El periodista reemplazó a Eduardo de la Iglesia en Todo va a estar bien imponiendo su propio sello.
La vuelta de Juan José Lavín a la televisión no pudo ser mejor. Era complicado tomar el sillón que dejó vacante uno de los grandes rostros del 2024, como es el caso de Eduardo de la Iglesia, conductor de «Todo va a estar bien» en Vía X. Sin embargo, el periodista con el mejor vozarrón del medio aceptó el desafío a partir de este 10 de marzo y está sacando adelante la tarea con distinción máxima.
En un año de elecciones presidenciales era muy difícil, por no decir imposible, esquivar la conversación política. Lavín y su equipo, conscientes de ello, invitan a políticos profesionales como Marco Enríquez-Ominami y Franco Parisi, pero siempre intentando hacer amena una charla que, por la naturaleza de los temas tratados, generalmente resulta densa y ajena para el público. Por otro, se lleva al estudio a artistas como Óscar Andrade y a científicos como Eric Goles a compartir sus puntos de vista acerca del manejo y futuro del país.
Contrastando con su contextura imponente y con su tono grave, Lavín se ha presentado vestido muy relajadamente de la cintura para abajo, por ejemplo, con cómodos mocasines, sin calcetines y con pantalones de motivos claramente informales. Es que ello trasunta el ánimo de este programa.
Al invitado acá no se le aprieta, sino se le hace sentir entre amigos y entre amigos uno abre su corazón. Al invitado acá no se le conmina a definirse, sino que se le invita a dejar un mensaje que puede interpretar a muchos, pero que si no lo hace por lo menos tendrá el mérito de estar en concordancia con lo que piensa uno solo, el mismo invitado.
Les confieso que tenía mis aprensiones con Lavín. Lo veía duro de cintura, lento de reacciones, lo que en fútbol se calificaría como «un tronco». Puros prejuicios. Me tapó la boca con masking tape del más caro. Lo ha hecho estupendo. No en el estilo de De la Iglesia, que es lo más parecido al concepto de «yerno ideal» que alguna vez (cuando la gente se casaba) acuñó la prensa para Rafael Araneda.
Con su propia impronta. Asertiva y segura, pero también manejando modismos y expresiones que uno usaría con su círculo de amigos. Emocionándose incluso a veces, como cuando recordó su amistad con el recordado Ítalo Passalacqua.
Juan José Lavín se echó al hombro la responsabilidad de tomar un fierro caliente y está saliendo airoso. Conducir un programa lo pueden hacer muchos, pero entrevistar en la tele sin que se den cuenta que es una entrevista para la tele ni entrevistado ni televidentes, eso, mis amigos, es oficio.