Dos hombres y dos mujeres hicieron el recorrido, de más de 1.500 metros, en media hora
Gonzalo Bertolotto, uno de ellos, dice que su técnica para concentrarse fue tararearmentalmente una canción.
«Una bestia helada». Así lo llama el narrador de un video que relata una pequeña gran hazaña de estos tiempos. El sábado, cuatro nadadores chilenos enfrentaron y domaron esa «bestia helada»: el Canal Beagle, el curso de agua que une el Atlántico con el Pacífico, «en el confín más austral del mundo», como también cuenta ese narrador.
«Nadamos solamente con traje de baño. La temperatura del agua estaba a 6,6 grados. No se ocupa ningún tipo de traje de neopreno. No se utiliza ningún tipo de grasa, como se hacía antiguamente. Tampoco se usan aletas. Es solamente traje de baño, gorro, lentes y tapones para los oídos», describe Gonzalo Bertolotto, uno de los nadadores.
A las 9:30 de ese día, con 5 grados en el ambiente, el cuarteto se zambulló en Punta Peña, Chile, para enfilar a Punta Mackinlay, Argentina, a una distancia de 1.500 metros en línea recta y que en el agua se transforman fácilmente en 2.000, por los desvíos que impone la fuerza del agua.
«La adrenalina ayudó mucho, porque no sentí frío en ningún momento», cuenta. Cada cierto tiempo, cuando sacaban la cabeza del agua, los nadadores debían verificar dónde estaba el faro al que debían llegar, en la otra orilla. Sin un punto de referencia así, se podrían haber demorado más, lo que habría sido peligroso. El operativo contemplaba médicos, botes de apoyo y ayuda argentina y de la Armada chilena.
Cada uno tiene su técnica para mantener la concentración durante estos trayectos. «Yo me aprendo una lista de canciones y las voy tarareando mentalmente. A veces, aunque suene loco, se conversa con el mar. Hay que tratar de mantener la mente concentrada, porque el frío hace que muchas partes del cuerpo puedan ir fallando», dice. «Les dije a mis compañeros que había cantado una canción, pero que no sabía cuál. Fue algo que escuché en una tienda el día anterior y se me quedó pegada», agrega.
Al llegar a la otra orilla, luego de 30 minutos y 26 segundos, Gonzalo decidió volver, pero no en el futuro. Volver a zambullirse en ese mismo momento. «Al final el agua estaba súper cristalina. Se veía un bosque de algas muy bonito.
Después de haber nadado, después de abrazar a mis amigos, pedí permiso y me lancé nuevamente al agua para disfrutar un poco de ese lugar. Como había corriente, las algas apuntaban hacia el este, se podrá decir. Cuando iba llegando a la orilla, me imaginé como en la película Avatar, que están pasando por un fondo y hay como algas gigantes. Entonces dije quiero volver a ver cómo se ve esto», cuenta.
Los cuatro nadadores celebraron el cruce en la arena de Punta Mackinlay. «Nos abrazamos todos. Nadamos con gorros de Chile y se ven bastante bonitos en las fotos. Eso fue lo que fuimos a hacer. Tratar de hacer una hazaña», define.
Dolor y magia
Carmen Ortega, nadadora de aguas gélidas, es parte de este cuarteto. Completó el trayecto en 26 minutos y 59 segundos. Por una cuestión de costumbre, no ve el fondo del mar cuando nada. «Al pisar el agua te viene ese nervio, esa cosita de decir en qué me estoy metiendo. En el trayecto, cuando vas pasando la mitad, cuando pasas la corriente central, que es más compleja, tu mente empieza a procesar lo que estás logrando. Es maravilloso. Y una vez que pisas tierra, o sea, arena, es mágico. Es muy lindo», cuenta.
Admite que su llegada fue la menos glamorosa de todos los del grupo. «Soy la que más mal sale, porque soy la más flaquita. Entonces duele más. Se pone tieso y sale tieso. Mi levantada es digna de Premio Oscar. Me cuesta equilibrarme. Aparte que tengo un problema en la pierna derecha. Me costó como tres segundos tratar de pararme, caer, pararme, volver a caer», recuerda. Para que realmente valiera mundialmente lo que logró, nadie podía ayudarla.
«Tu entras sola, sales sola, nadie te ayuda», explica.
En 1980, Víctor «Tiburón» Contreras cruzó el Beagle por el mismo sector y en las mismas condiciones. El cuarteto de nadadores chilenos sería el primer grupo de un mismo país en hacerlo. «En forma particular, yo pasaría a ser la de más edad que lo logra. Tengo 50 años. Personalmente tiene un valor enorme. Quiero quedar bien en la historia universal, aaah», dice.
Los otros miembros del grupo son Paula Bravo y Andrés López, que completaron el trayecto en 25 minutos y 58 segundos.