Trapecistas, malabaristas, equilibristas y hasta payasos aprenden habilidades que después aplican en sus carreras
El humor lo encuentro en todo lo que hago, cuenta el payaso Boko, Maximiliano Avilés, alumno de Kinesiología.
Maximiliano Avilés, alumno de Kinesiología en la Universidad de La Serena, recuerda que siempre era el primer niño que levantaba la mano cuando el payaso del circo pedía alguien del público para que subiera al escenario. «Soy una persona que le gusta mucho el humor, la comedia, y siempre me enfocaba en los payasos. Pero de ahí a unirme a un circo, nunca lo tenía pensado», reflexiona.
Fue un amigo de la carrera quien le dijo que el Circo Minero, conformado por alumnos de la universidad, estaba haciendo un llamado, al cual se presentó. «Surgió una experiencia súper bonita, cuando llegas al circo no te vas más», agrega el joven, que cuando se pinta la cara de blanco, se coloca la nariz roja y usa el colorido vestuario que le hace la mamá de una amiga, se convierte en el payaso Boko Declawn (así tal cual, jugando con la palabra inglesa clown, que denomina a los payasos).
«Elegí ese nombre porque me dicen bosco, debido a que vivo en el bosque de San Carlos. Como que ahí mi creatividad no fue muy buena, pero lo usé» reconoce.
Su acto es más bien de humor físico, relata, con harto salto, acrobacias, burlas al señor Corales. A veces se sube también al trapecio. «Siempre me ha gustado hacer mis propias rutinas, tomo mucho el tema del absurdo, cosas que no esperas que van a pasar», describe el universitario, quien hoy es el payaso más antiguo y su deber es formar a los mechones que eligen seguir el camino de las risas.
En su carrera como kinesiólogo le saca provecho al paso por la pista circense. «Es un tema que lo puedes usar mucho a la hora de tratar pacientes, para que la terapia sea más agradable. El humor lo encuentro en todo lo que hago. Trato de buscar lo más positivo hasta del panorama más triste. Soy el que le gusta reírse y le subo el ánimo a mis amigos, también a los profesores», asegura.
Formación integral
El espectáculo se llama Circo Minero porque fueron los estudiantes de la Escuela de Minas los que comenzaron con esta actividad extracurricular en 1951, explica Alan Olivares, director general de Asuntos Estudiantiles de la Universidad de La Serena, unidad de la cual depende el circo y las otras agrupaciones artísticas del plantel, como tunas o conjuntos folclóricos.
Actualmente participan en el circo 27 estudiantes y tres egresados que, paralelo a sus carreras, realizan actos de malabarismo, acrobacia, equilibrismo, danza, tragafuego o trapecio, además de los infaltables payasos.
Se preparan durante todo el año para actuar en agosto -fecha del aniversario del espectáculo- en la tradicional temporada circense de septiembre y en diciembre. El año pasado, por ejemplo, instalaron su carpa en el estacionamiento del Mall Plaza La Serena.
«El objetivo es formar integralmente a nuestros estudiantes en alguna actividad que se aleje de la academia. En ese sentido, la participación en el circo es muy buena para fomentar el liderazgo y el trabajo en equipo. Nos atrevemos a afirmar que es el único circo formado sólo por estudiantes de una universidad», destaca Olivares.
«Tienen un espacio en el campus Isabel Bongard, donde están sus elementos para ensayos, como trapecios, colchonetas. Hay una pequeña galería para unas 60 personas. Nosotros los apoyamos con la compra de implementos, maquillaje, ropa, cuando viajan en la región o fuera de ella. Todos los años participan de un encuentro de circos en Santiago», comenta.
«También nos invitan de muchos colegios o a los Cesfam. Vamos a hacer actuaciones para personas que pasan por un momento complicado de salud. Hay una labor social súper importante que hacen los chicos», señala.
Todos ayudan
A seis metros sobre el suelo se balancea Patricia Bhelen Morales, alumna de quinto año de Pedagogía en Historia y Geografía, experta en acrobacia en telas y cuerdas, también conocida como gimnasia aérea.
«Se basa en la flexibilidad y en los giros, acompañado de varias figuras que dependen de la elasticidad y el control del cuerpo», aclara la joven, que está en el espectáculo desde 2022 y es la presidenta de la directiva de estudiantes del circo.
Conoció la acrobacia en telas en su colegio y después se perfeccionó en la universidad, relata. A las cuerdas llegó recién hace un año. «Los mismos estudiantes son los que traspasan el conocimiento de generación en generación, para que no se pierda el legado. Cada uno organiza sus tiempos de ensayo. En mi caso lo hago tres veces a la semana», plantea.
¿Es útil para su carrera? «Por supuesto, me sirve para desarrollar la personalidad frente a mis estudiantes», sostiene la alumna, que recuerda la temporada del Mall Plaza como una ocasión especial. «Entre todos armamos la carpa. Tenemos un encargado de montaje y él nos guía. Hicimos una función gratuita y se hacían filas de dos cuadras para entrar. Fueron muchas personas, porque el Circo Minero es patrimonio de la región», afirma.