En la cuenta @cocinacapaz, Eduardo Labra comparte historias y preparaciones desconocidas
Recorrió el país en busca de los piscos olvidados.
Cuando le preguntan a Eduardo Labra cómo quiere ser citado, bromea con que podría figurar como «experto en copete» o en «coctelería de cuneta». Pero la verdad es que su misión va bastante más allá de la broma fácil. A través de su cuenta de Instagram, @cocinacapaz, busca visibilizar etiquetas nacionales de pisco artesanal, poco conocidas y alejadas del radar comercial. También rescata recetas y formas de beber que se han mantenido vivas en ese Chile menos hipster, ese que no aparece en las cartas de autor ni en los bares con neón.
La investigación de Eduardo comenzó como una broma entre amigos y terminó convirtiéndose en una cruzada cultural. «Lo que partió como una discusión en una mesa, de si el pisco era chileno o no, nos llevó a años de trabajo. Estuvimos en Rancagua, en Cerro Castillo, entrevistando a dueños de botillerías, distribuidoras, recolectando datos, entendiendo el comportamiento del consumidor. Y nos dimos cuenta de que el chileno, en general, no siente el pisco como algo propio», relata.
Luego de esos viajes, ha ido armando una especie de archivo popular del pisco que no sale en las ferias gourmet. La «coctelería de cuneta», como él la llama, no tiene glamour, pero sí memoria. «Muchos nos mandaban sus recetas y las palabras que más se repetían eran me acuerdo y recuerdo. Lo que tomaban con sus tíos, con sus abuelos. Piscolas con Yupi, grapa con salgón, cosas que son intomables, pero que se tomaban igual». De ahí viene también el famoso John Travolta, que mezcla restos de pisco, ron, jugo, lo que haya, todo junto en una botella. O la piscola con caldo Maggi, inventada por un personaje de Puente Alto que insiste en que tiene que ser de verduras, porque el de carne «no funciona».
Para Eduardo, todo eso forma parte del tejido cultural que nunca se ha documentado en serio. «El chileno no tiene cócteles de autor. Toma lo que hay, a la hora que sea. Parte con algo bueno y después le da lo mismo, porque lo que quiere es curarse». Y ahí, dice, también está el fondo del problema: no hay una identificación real con el pisco como producto país. Eso porque apenas un 4% del pisco es de producción artesanal y ese mundo está completamente fragmentado. «Entre ellos mismos se dividen por valle, por comuna, por microzona. No hay unidad ni recursos. Muchos no quieren ni meterse en redes sociales. Así es difícil que los conozcan».
¿Cuál es tu rol hoy en día en Instagram?
«Lo que nosotros hacemos en Instagram es el rescate de la cultura popular guachaca chilena. La real. El promedio chileno que a las tres, cuatro de la mañana mezcla lo que sea con lo que sea, que no tiene ética etílica, por decir así».