Casi perdemos al emparafinado amigo Vivanco, como muestran las impresionantes imágenes
El hombre trabajaba en el tagadá de un parque de diversiones y no alcanzó a escapar de la fuerza del agua.
Ricardo Vivanco tiene 24 años y trabajaba en el parque de diversiones Felicilandia, en Pichilemu, y estaba a cargo del tagadá. Después de la pega, solía reunirse con sus compañeros a disfrutar unos tragos en la noche. En eso estaban la madrugada del terremoto, junto a Nicole, Andrés Sandoval y Pedro Carreño.
Pasaron juntos el remezón, corrieron a un cerro y luego se enteraron de que habían llegado olas grandes a la playa. Bajo el efecto del mareo -del terremoto 8,8 Richter, por supuesto- y sacando la valentía que podía quedarles, los amigotes salieron a las siete de la mañana del 27 de febrero a dar un paseo para ver las ruinas de la capital de los surfistas.
Un video grabado por Andrés Sandoval los muestra recorriendo el lugar. Nicole lleva una silla de playa y dos botellas con un líquido indescifrable. Se instala frente a un roquerío, mientras sus amigos continúan a paso rápido por la arena, boquiabiertos con la devastación. Caminan unos metros más cuando la voz de Nicole alerta: «¡Viene la ola!».
La pantalla se va a negro, según explica Andrés porque se metió el celular en el bolsillo para correr por su vida, aunque de fondo se logra escuchar el bramido del mar. Veinte segundos después, donde antes había arena y adoquines, aparece un tipo en medio del agua que levanta los brazos hacia la cámara, en señal de triunfo.
Era Ricardo, que no alcanza a darse cuenta de que viene otra ola más grande. «¡Ricardo, hueón, sale de ahí!», le grita Andrés. Vivanco es golpeado en ese instante por una baranda que parecía palito de fósforo en medio de la furia de la ola. El muchacho se hunde y es arrastrado varios metros contra la pared de un paseo peatonal. También choca contra un montón de escombros.
Como no es capaz de ponerse de pie, Nicole grita desesperada y se pone a llorar de angustia. Pedro Carreño le extiende la mano para ayudarlo a salir. Y cuando logra subir a la calle, parece indemne, aunque está entero empapado. «Es que la mar no me la puede ganar», dice a lo campeón.
«Lo que pasa es que primero pensó que el agua solo le mojaría hasta los tobillos y entonces dijo, bueno, me mojé los pies nomás, pero después vino la segunda ola y ahí sí que se urgió», cuenta Andrés, el cameraman. «Y dijo eso de que el mar no me la puede ganar porque una vez casi se ahoga en la playa Las Torpederas, porque pa más remate no sabe nadar, y también se salvó».
«Después de los temblores le habíamos puesto un poco y el Ricardo era el que estaba más pasado», confiesa Pedro, el amigo que publicó el video en Youtube como prueba de que un valiente pichilemino le ganó al tsunami. «Fuimos de puro pasados que estábamos.