En la tarde fue el turno de los vecinos. Cerca de 70 de ellos llegaron a pie y en lancha para saludarlo, tocando cornetas y lanzando vítores al viento hacia el nuevo vecino-presidente.
Una hora pasó tomándose fotos, y haciendo de guía turístico, sobre todo con los niños, que estaban vueltos locos con las alpacas que cría en sus terrenos. Y entre camélidos estaba cuando, entusiasmado por sus ansias de ver nuevas generaciones en el poder y aún sin lucir la investidura presidencial, lanzó su primer decreto ordenando que en todas las casas del sector lo niños mandarán durante todo el domingo.
Risas generalizadas de los infantes se mezclaron con gestos de preocupación de los padres, ya que la «niñocracia» recién instaurada fue exigida a gritos por los pequeños.
«Todos estaban pendientes por la ansiedad de estar con él. Piñera siempre ha compartido con nosotros en el comercio», relató el alcalde UDI de Futrono, Jorge Tatter, quien tiene muchas ideas ahora que Piñera anda por allá.
Para empezar, Tatter ve una gran oportunidad turística, aprovechando la serie de proyectos que ofreció el mandatario electo para el desarrollo de la localidad.
Pero algunos melancólicos ya notan que las cosas han cambiado, como Maritza Castro, del balneario Bahía Coique (curiosamente propiedad de Piñera), quien observa que «hubo hartos carabineros. Don Sebastián era un personaje más y no necesitaba resguardo para entrar, pero ahora le dan más seguridad y eso se notó harto».