El españo Leontxo García explicó a los ministros de Deporte y Educación los beneficios del deporte ciencia en los niños
Varios estudios, explica el comentarista y divulgador, demuestran que el ajedrez mejora también la comprensión lectora y la inteligencia emocional.
Si tuviese que elegir un solo minuto de gloria, y tiene demasiados de donde elegir, Leontxo García elegiría el mundial de ajedrez en Sevilla, en 1987.
Se enfrentaban los soviéticos Garry Kasparov, el campeón defensor, y el retador Anatoly Karpov. Se trata de una de las rivalidades más legendarias en la historia de cualquier deporte, y el torneo lo transmitió intermitentemente la televisión española. En la última fecha, se decidía todo. Kasparov necesitaba un triunfo para mantener la corona y la partida se disputó en un teatro repleto hasta la cornisa.
Leontxo García hacía de comentarista y relator, y recuerda que aquel día la transmisión alternaba con un torneo de tenis y otro de golf, que se jugaban a la misma hora. «Pero tras una hora de transmisiones, el director del programa me llamó y me dijo que a contar de ahí solo se transmitiría el ajedrez, porque habían llamado miles de personas al canal diciendo que les importaba un pepino el golf y el tenis, y que lo único que querían saber era quién ganaba en el ajedrez. Trece millones de personas sintonizaron el programa. Kasparov terminaría ganando de manera dramática».
No debe haber aficionado al ajedrez en Hispanoamérica quien no ubique, al menos de oídas, a Leontxo García. Nacido en el País Vasco hace 69 años, fue jugador ranqueado y luego periodista, comentarista y divulgador del deporte ciencia por antonomasia. Ha conocido y entrevistado a casi todos los campeones mundiales de su tiempo, y en los últimos años se ha dedicado a recorrer el mundo para contar los beneficios del ajedrez en los niños. En estos días se encuentra en Chile para dar un par de charlas sobre lo mismo y para entrevistarse con los ministros de Deporte y Educación.
«No exagero si digo que hoy el ajedrez es más necesario que nunca», dice. «Se trata de un deporte que enseña a pensar en un mundo donde cada vez hay más gente que piensa menos, donde se dice una cantidad de brutalidades tremenda en redes sociales, y en donde la gente no logra identificar lo verdadero y lo falso. En el tablero, en cambio, no hay mentiras».
¿En qué beneficia el ajedrez a los niños?
«Los alumnos con quienes se ha empleado el ajedrez como herramienta educativa o que juegan ajedrez, tienen un rendimiento académico 17,7% mejor que el resto. Además, tienen una mayor comprensión lectora y una mayor inteligencia emocional».
¿Cuál es la evidencia que demuestra esto?
«Hay varios estudios que llegan a conclusiones similares. Ya llevamos 120 años de estudios y análisis que vinculan el ajedrez con un mayor desarrollo intelectual en los niños y jóvenes. Por nombrarle algunos, hay estudios en Alemania, Dinamarca y dos en Cataluña que midieron el coeficiente intelectual de los niños antes de empezar el estudio, y luego se les midió después de someterlos a un programa de ajedrez. En todos los casos, aumentaron el coeficiente intelectual».
¿Por qué no habría que pensar que los niños que se interesan en el ajedrez son los inteligentes y que por eso mejoran el rendimiento?
«Porque los estudios que le menciono también tienen grupos de control, donde hubo niños que no jugaron ajedrez. Y al medir el CI antes y después del programa del ajedrez, se descarta el sesgo de autoselección por inteligencia, que usted menciona».
En Armenia, Georgia y Kazajistán el ajedrez en los colegios tiene el mismo rango que un ramo obligatorio, pero no son países que figuren en los primeros lugares en mediciones educacionales, como la prueba Pisa.
«Esos países no son un buen parámetro para medir el efecto del ajedrez en los niños. El ajedrez en esos países es tan popular como el fútbol acá, y tengo dudas de que lo usen adecuadamente como herramienta educativa. Si hacemos del ajedrez un ramo obligatorio, la mayoría de los niños lo va a detestar. La idea del ajedrez en los colegios no es formar campeones de ajedrez. Para introducirlo en los niños, es preferible primero un acercamiento de manera transversal e interdisciplinar, sin agregarlo como ramo aparte. Es decir, que cada maestro de escuela, sea cual sea su ramo, use el ajedrez para enseñar geometría, historia, etcétera. Eso acompañado de un taller de ajedrez extracurricular».
¿Por qué el ajedrez se relaciona con la inteligencia emocional? ¿Y cómo se mide?
«En los estudios que te mencioné, también se midió la inteligencia emocional antes y después. Y tiene mucho sentido, porque en el ajedrez hay que gestionar muchas emociones. Para empezar, hay que aprender a gestionar la derrota. En el ajedrez, a diferencia del fútbol, no le puedo echar la culpa al árbitro, al campo de juego, a la lluvia, a nada. Si perdí es porque mi rival jugó mejor que yo en esa partida, y punto. No saco nada con alegarle al árbitro. Lo único que puedo hacer es respirar y analizar en qué me equivoqué, para no cometer el mismo error. En el ajedrez uno nunca pierde: o ganas o aprendes».
Hay un viejo dicho que dice que el ajedrez solo sirve para jugar ajedrez.
«Definitivamente, no. Pero hay un pequeño porcentaje de personas en que el ajedrez solo sirve para el ajedrez».
¿Quiénes?
«Los obsesivos. Para un ajedrecista obsesivo solo existe el ajedrez y nada más, así que no tienen ningún otro ámbito de la vida a la que transferir las cosas buenas del ajedrez. Eso hay que evitarlo en los niños. Los niños deben tener una educación integral».
¿Sirve para los mayores el ajedrez?
«Hay un estudio del neurocientífico Joseph Verghese, en el Instituto Albert Einstein de Nueva York, que le hizo un seguimiento a un gran número de adultos mayores por más de 21 años a los que les dijo que se dedicaran a diferentes actividades: hacer crucigramas, bailar, caminar, aprender un idioma, etc. El segmento que más retardaba el deterioro cognitivo era el que jugaba ajedrez. Le siguieron los que jugaban bridge, y en tercer lugar, los que bailaban».
«En el ajedrez uno nunca pierde: o ganas o aprendes», Leontxo García.